Trastornos de ansiedad e hipnosis: en este campo concreto es donde la hipnosis se fue ganando su reconocimiento como técnica de intervención de probada eficacia dentro de la psicología. Así es posible ver incluida a la hipnosis (junto con otras técnicas de relajación, meditación y respiración) en los más recientes manuales de modificación de conducta, e incluso es enseñada en ciertas universidades, dentro del conglomerado de las “técnicas de autocontrol emocional” o “técnicas de control de la activación emocional”. “La hipnosis se ha utilizado, junto a otras técnicas de modificación de conducta como la desensibilización sistemática o la inundación, en una amplia variedad de trastornos de ansiedad con resultados satisfactorios” (Vallejo y Ruiz,1993). Justamente en ese aspecto referido a la capacidad de control sobre la activación que acompaña a cualquier fenómeno de ansiedad donde su uso es más evidente y sus resultados más dramáticos. Ya por el sólo hecho de que un sujeto descubra su capacidad de relajación y la posibilidad de que pueda incrementar su consciencia sobre su propio pensamiento es ya un primer paso relevante hacia un proceso de mejora importante. La enseñanza al paciente de unas ciertas técnicas de inducción hipnotica así como el otorgamiento de un saber para que el sujeto pueda formular sugestiones efectivas es ya un primer paso importante, efectivo y que por su sencillez contribuye notoriamente a la popularización de la hipnosis clínica entre el público en general. La hipnosis, por lo tanto, estimula una mayor sensación de autocontrol en el paciente, su papel en el proceso terapéutico es más activo y por lo tanto su motivación hacia el tratamiento es mayor y por último traslada gran parte de la responsabilidad del proceso al propio paciente, lo que sin duda contribuye a incrementar las probabilidades de éxito.
Una perspectiva cognitiva de los trastornos de ansiedad y las fobias.
Los modelos cognitivos actuales de trastornos de ansiedad se han centrado en sus rasgos principales, como ser en el esquema cognitivo y en las creencias, que predisponen a los individuos a procesar información de forma sesgada, así como en la tendencia a centrar su atención en la amenaza o a malinterpretar estímulos ambiguos. El modelo original ha generado hipótesis verificables, capaces de explicar la fenomenología de los distintos trastornos de ansiedad como lo son los sesgos de memoria, donde los individuos ansiosos centran la atención en la amenaza ignorando posibles recursos de salvación. También atienden selectivamente a estímulos semánticos y gráficos de carácter amenazador. Se infiere entonces que estos sesgos son de carácter automático y suelen escapar al control consciente. Otro dato de interés es que los individuos ansiosos malinterpretan como peligrosas a situaciones neutrales: esta hipótesis la han confirmado numerosos estudios que demuestran que, cuando a sujetos ansiosos se les presentan escenarios ambiguos que implican cierto daño potencial, los mismos tienden más a considerar como más verosímiles las explicaciones negativas sobre determinados acontecimientos que aquellos quienes no son ansiosos(Beck y Emery 2005).
Algunos investigadores que examinan la recuperación intencional de información atinente a una amenaza generalmente encuentran un sesgo de memoria en la mayoría de los trastornos de ansiedad.
Otro factor a tener en cuenta son las imágenes. Diversos estudios aseveran que la “imaginería” es un mecanismo cognitivo importante que mantiene los síntomas de ansiedad. Algunos sujetos fóbicos, tienen imágenes de miedo aparejadas a sus pensamientos automáticos negativos en los casos de ansiedad. De esta manera, se infiere que la imaginería y la ansiedad que conlleva aumenta la posibilidad de que la activación de imágenes amenazadoras juegue un papel sustancialmente distinto según la patología.
En cuanto a las asociaciones implícitas se puede decir que consiste en una tarea de tiempo de reacción que mide la fuerza de las asociaciones de conceptos en la memoria. Esto es un indicador de procesamiento esquemático. Beck y Emery (2005, p.26) idea no textual, indican que lo que ocurre es que los estímulos se clasifican más velozmente cuando el objeto y los adjetivos cuadran con las asociaciones automáticas de los participantes (por ejemplo, arañas y mal) que cuando no cuadran (por ejemplo, arañas y bueno). En este orden, Teachman, Gregg y Woody (2001, pp. 226-235) descubrieron que los participantes con fobias específicas como hacia las arañas reaccionan más deprisa a la asociación de estas con descriptores negativos que a la asociación de serpientes con descripciones negativas, y que en los participantes ofidiofóbicos ocurre a la inversa. En un estudio de seguimiento, Teachman y Woody (2001, pp. 230-235) mostraron que estas asociaciones implícitas se ven atenuadas por el efecto de una psicoterapia. Por tanto, la tarea de asociación implícita tiene la capacidad de ofrecer datos que definen los parámetros y la estructura de esquemas inadaptivos asociados con trastornos de ansiedad.
Por último, en cuanto a la atención centrada en uno mismo y en concordancia con la idea de que los individuos ansiosos muestran sesgos de atención hacia las amenazas del entorno, detectando los peligros potenciales del medio más rápido que los individuos no ansiosos y centran su atención en la amenaza a expensas de los estímulos neutrales o del factor seguridad. Este cambio de atención afecta al rendimiento en ciertos casos, aumentando la emoción negativa y activando cogniciones negativas.
Lic. Mariano Dominguez